Silvia Juliana Vargas
♫☼ Didáctica de la Lengua Materna I y II ♫☼
viernes, 28 de septiembre de 2012
Cuarta Crónica
EL CUERPO COMO INSTRUMENTO DE DIVERSIÓN
Por: Silvia Juliana Vargas
En la búsqueda de un lugar donde pudiera tomar algunas fotografías para escribir mi crónica, me hallé con varios sitios en los que me encontré con una gran sorpresa: aquí no se pueden tomar fotos me dijeron. En algunas Escuelas de Artes Marciales hay ciertas restricciones para este tipo de actividades, pues la gran mayoría son niños. Fue así como concluyó un intento fallido de lo que llegué a imaginar que sería un verdadero panorama, para la realización de mi crónica. A pesar de todo, el rato que estuve junto a mi novio esperando que nos atendieran, pudimos observar cómo los niños disfrutaban al máximo de cada actividad, con el deseo de mejorar y divertirse. De este modo, el viernes 21 de Septiembre de 2012 cerca de las 7:30 de la noche regresé a mi casa con la cámara vacía, porque aun no tenía ninguna fotografía para mi crónica. Pero esa misma noche, recordé que también cerca a mi casa había otro establecimiento de Artes Marciales llamado “El Dragón Negro”. Por tanto, sólo era cuestión de llamar al día siguiente temprano, para averiguar los horarios en que podía visitar esta escuela, y así tomar mis fotografías si era posible. Por lo contrario, debía pensar en otra actividad.
En cambio, el día 22 de Septiembre de 2012, un día muy soleado, resplandeciente y armonioso; me levanté, me organicé y me dirigí hacia la Carrera 20 Nº 39-68 del centro de la ciudad de Bucaramanga, donde queda la Escuela de Artes Marciales El Dragón Negro. Al llegar, me encontré con una casa grande y vieja pintada de negro y rojo, colores que normalmente identifican este tipo de escuelas de karate. También, había un inmenso dragón negro pintado en la pared y por supuesto el nombre de la escuela en japonés. Al tocar, me encontré con un grato recibimiento por parte del profesor Alfredo Hernández Sánchez, un hombre bastante corpulento que se dirigió muy respetuosamente diciéndome: qué necesita señorita. Yo le dije que debía realizar un trabajo para la universidad y quería tomar algunas fotos de los chicos durante el entrenamiento. Él simplemente me dijo: por supuesto tome las fotos que necesite. Después, empezó el entrenamiento cerca de las 9:30 de la mañana, dirigido por el profesor Alfredo Hernández, un hombre que gracias a su disciplina en el karate es cinturón negro, 4to Dan.
Bueno, todo empezó con una serie de ejercicios de calentamiento como trotar, saltar, hacer cuclillas y hacer serpientes, según lo ordenaba el profesor Hernández. Allí había once niños bastante hiperactivos e inteligentes. Unos más atentos y otros un poco distraídos, pero todos hacían los ejercicios junto al profesor con mucha energía y disciplina, es decir, muy ordenados. Creo que la edad de aquellos chicos oscilaba entre 7-14 años una edad donde tienen demasiada energía, y qué bueno que la exploten ejercitando su cuerpo con el karate. Durante este entrenamiento tuve la oportunidad de conocer a un chico de 14 años llamado Freddy Alexander González Rodríguez, quien actualmente es cinturón verde. Él me contó lo siguiente: normalmente voy dos veces a la semana a las clases, casi siempre los sábados y domingos porque entre semana por las tardes, aunque quisiera ir a entrenar no puedo, porque debo hacer las tareas que me dejan en el colegio.
Además, Freddy Alexander me dijo que los entrenamientos del profesor Alfredo Hernández le encantaban y hacían que su mente y su cuerpo estuvieran en otro espacio diferente a su aula de clase. Él decía: el karate me hace sentir mucho mejor, siento mi cuerpo más libre y con mucha energía. Lo más importante de todo es que las clases son muy divertidas, y creo que el profesor Hernández es un excelente maestro de Artes Marciales. Realmente, por eso es que estoy acá, porque me gustan mucho sus clases y todo lo que tenga que ver con el karate.
Por cierto, el lugar es bastante acogedor, pues las paredes están totalmente decoradas con algunas insignias e imágenes que identifican a un verdadero karateca. También, en el techo hay diversas decoraciones que cuelgan con la imagen de una japonesa y una palabra por el lado contrario. Además hay imágenes de paisajes que transmiten mucha tranquilidad e inspiran. Igualmente, el piso se encuentra pintado con un círculo grande del cual no se su significado, pero creo que es muy importante en las Artes Marciales. Estando en este lugar mi pregunta era ¿por qué la escuela se llama El Dragón Negro? Bueno, primeramente para esto recurrí a hacer lectura de alguna información que estaba en las paredes. En una de ellas claramente explicaba que el Tatsu Kuroy Do es un Arte Marcial flexible que se practica con las manos desnudas, abiertas o en puño en sus diversas aplicaciones, utilizando todas las posibles formas para golpear. También, es importante mencionar que este tipo de Arte Marcial, procura utilizar todas las demás partes del cuerpo como elementos de ataque y defensa.
De ahí que, la palabra Tatsu Kuroy Do se explica de la siguiente manera: Tatsu: significa dragón, Kuroy: negro y Do: significa camino. Esto es, lo que comprende esta palabra, una búsqueda y dominio de este dragón interno que todos llevamos dentro. Por lo tanto, mediante su desarrollo y fortalecimiento de la voluntad, la disciplina y los buenos hábitos de salud, encontremos la seguridad de comportamiento ante la sociedad y un instrumento para sentirnos seguros, en la aplicación de criterios que nos permita el ejercicio con alto grado de mentalidad asertiva de cualquier actividad diaria ya sea individual, colectiva, profesional y por supuesto el uso adecuado de nuestros conocimientos del Tatsu Do cuando nuestra vida se encuentre en inminente peligro y no haya otra alternativa lógica más viable para preservarla.
También, puedo señalar que estando en El Dragón Negro observé que a esta escuela llegó una muchacha de aproximadamente 30 años, quien se puso rápidamente su uniforme y empezó a entrenar en un cuarto aparte, pues los niños se encontraban en el salón más grande o en el patio, como comúnmente le llamamos los Bumangueses a esta parte de la casa. Esto me hizo pensar que no sólo a los niños les interesa el karate, sino a los más grandecitos también. Por otro lado, mientras seguía el entrenamiento de los niños pude tomar casi 150 fotografías que muestran claramente el cuerpo como instrumento de diversión. Digo esto, porque considero que el karate es un deporte donde los niños se despojan de todo y dejan llevar su cuerpo por una serie de ejercicios en los que hay diversos movimientos que los incorporan en el mundo de las Artes Marciales; pasando un rato ameno, teniendo en cuenta que estos chicos tienen demasiada energía por gastar.
En resumidas cuentas, en esta escuela de Artes Marciales los niños aprenden constantemente, se divierten y permiten que su cuerpo se deleite en el juego y la exigencia que requiere un Arte Marcial como el karate. Mientras los niños hacían la actividad que les demandaba su profesor, en todas las direcciones de la casa pude observar que muy ordenadamente, se encontraban colgados los instrumentos que utilizaban para el desarrollo de la clase. Así pues, en el momento que necesitaban cambiar de objeto lo podían hacer rápidamente sin que se perdiera tiempo buscando el material para la clase. Al finalizar la sesión, el profesor Alfredo Hernández hizo los últimos ejercicios y se dirigió a sus estudiantes con una felicitación por el buen comportamiento y rendimiento de la clase, ofreciéndoles una deliciosa bebida helada que parecía una rica limonada, desde luego, muy merecida después de todo lo que habían hecho los chicos. Como despedida final el profe les dijo: Nos vemos el lunes, buen fin de semana campeones.
Por último, puedo decir que verdaderamente haber ido a la escuela de Artes Marciales El Dragón Negro fue muy provechoso y divertido, pues aunque no estaba participando de la clase, los niños me transmitieron su alegría y una energía insaciable que como sabemos, todo niño la posee y es necesario que la explote al máximo. Por cierto, me hicieron sonreír demasiado con su gracia y llegué a pensar que cuando estaba tomando las fotos los niños se iban a distraer demasiado, pero ocurrió todo lo contrario, estuvieron muy disciplinados demostrando sus saberes y capacidades. Realmente fue una experiencia maravillosa que nunca olvidaré.
sábado, 25 de agosto de 2012
Tercera Crónica
UNA VIDA DE AVENTURAS
Por: Silvia Juliana Vargas
Hoy hablaré de algunos aspectos de la vida de una joven a quien comúnmente llamo “Elizita”. Bueno, ¿quién es Elizita? En primer lugar su nombre completo es: Elizabeth Gómez Blanco, una muchacha que actualmente tiene 23 años y estudia Licenciatura en Español y Literatura en la Universidad Industrial de Santander y cursa octavo semestre. En estos días, estando en la Biblioteca de la Uis y en el Edificio de Ciencias Humanas, hablaba con Elizita sobre las cosas que teníamos pendientes y en especial de las dos actividades que ella desarrolla actualmente: trabajar y estudiar, dos cosas bastante complejas que requieren de mucho compromiso y organización en su vida. Dentro de las cosas que me dijo, me explicó que para poder pagar los gastos de la universidad ella ha tenido varios trabajos como: en un salón de belleza, mesera de bares, en restaurantes y hoteles. También me dijo que actualmente está viviendo con su hermana.
Pues bien, Elizabeth me decía de manera detallada cómo inicia cotidianamente su semana, una semana cargada de muchas aventuras y muchas responsabilidades que deben ser repartidas en el transcurso del día y la semana. Es decir, al iniciar el lunes lo primero que ella hace es levantarse temprano, bañarse y arreglarse. Arreglarse le implica un poco más de tiempo, pues normalmente las mujeres siempre acostumbramos a demorarnos un poco más mientras decidimos si ese peinado cuadra con la ropa, los zapatos o tal vez pensar por un momento si realmente su amor la verá verdaderamente linda en este nuevo día. Seguidamente revisa que todo su material de lecturas esté en su bolso, para posteriormente mirar si aun le alcanza el tiempo para desayunar. De lo contrario, emprende el largo recorrido que le espera, pues tomar el bus no es nada fácil ya que vive en Piedecuesta.
Normalmente Elizita se dirige a coger el bus con un horario muy estricto, para poder llegar temprano ya que el recorrido es bastante largo, por los trancones que cotidianamente se forman en la ciudad. Siendo más claros, cuando tiene clase a las 8:00 a.m. debe salir de su casa a las 6:40 a.m. para llegar en punto a la parada. Por lo tanto, cuando ella ha llegado a las 7:00 a.m. a la parada, siempre ha llegado a la universidad aproximadamente con veinte o treinta minutos de retraso, cosa que a veces causa incomodidad en ella misma y probablemente en los profesores. Así es como normalmente empieza un día para Elizita.
Cuando es lunes hay clase de Didáctica en el CENTIC, lugar donde el profesor Wilson Gómez dicta sus clases normalmente, con diversas actividades que siempre están programadas con anticipación. Al terminar la clase Elizabeth acostumbra a dirigirse a la Biblioteca donde estudia hasta las doce del medía día, para finalmente encontrarse con su novio Jaime, una persona especial que siempre la acompaña a almorzar, a no ser que se presente un imprevisto u otra situación que lo impida. El almuerzo constituye un espacio en el que comparten, dialogan sobre algunas de las vivencias que cada uno ha tenido en el día, se ríen, descansan y regresan como siempre al lugar de estudio: la Biblioteca de la uis, lugar que siempre los acoge para largas horas de lecturas y preparación de trabajos.
El lunes concluye cuando Elizabeth sale de la universidad con su novio Jaime para tomar el bus. Para esto, deben dirigirse a la catorce, lugar donde acostumbran a esperar el transporte cotidianamente. Cuando se suben empiezan a hablar otro rato, pues el recorrido es bastante largo. Estando aun en el bus empiezan a comentar cómo les acabó de ir, hablar de algunas actividades pendientes, de algunos planes que tienen; en conclusión de todas las cosas que normalmente les suceden, sean emocionantes o tristes. Finalmente, Elizita se despide de su amor Jaime, y llega a la casa donde la espera su hermana Nancy, con una deliciosa comida que ha preparado con mucho cariño. Cuando Eliza termina de comer, se dirige a la habitación de su hermana y allí comparten un buen rato para hablar algunas cosas que les han sucedido durante el día, las tareas y algunos favores que siempre suelen hacerse entre hermanas.
De igual forma transcurre el día martes con mucho entusiasmo, muchas actividades por hacer. Elizita siempre empieza a realizar desde muy temprano sus trabajos y demás cosas. Lo que son los días miércoles y jueves a veces están cargados de otra programación que le ayudan a salir un poco de la rutina. Casi siempre, durante esos días hay programas culturales a los que ella acostumbra a asistir con Jaime. Estos programas normalmente de desarrollan de 7: 00 p.m. a 9:00 p.m., un espacio para descansar y recrearse un poco. También en el transcurso de la semana Elizita casi siempre se encuentra con su compañera Silvia, con quien acostumbra a hablar de los trabajos pendientes, de cómo ha transcurrido el día en las diferentes asignaturas y de los materiales que deben consultar en la Biblioteca de la Uis y en la Red de Bibliotecas del Banco de la República. Además, Elizita y Silvia a veces se toman un frappe mientras molestan un rato, caminan y hablan de otras cosas que les divierten: diversas cosas chistosas que les han pasado en el día en las diferentes asignaturas.
El viernes igual que los días anteriores Eliza asiste a clase y se prepara porque se aproxima el fin de semana, un fin de semana cargado de muchos compromisos que debe saber distribuir, pues a veces debe realizar algunas lecturas, demás trabajos de la universidad, en fin, muchas cosas. El fin de semana compuesto por sábado, domingo y otras por un lunes festivo constituye una gran oportunidad para Elizabeth, porque sabe que se ganará el dinero que necesita para suplir sus gastos de la universidad y demás cosas.
Elizita casi siempre trabaja los domingos, pero cuando empieza su trabajo el sábado, el horario de su turno es diferente pues es desde las 8:00 a.m. hasta las 5:00 p.m. Elizita me decía: yo cojo la buseta, llego a la entrada del “Condominio Rosales” donde esta el bus de los empleados y me subo habiéndome registrado con el carné de empleados. Estando en el bus hacemos bromas, nos saludamos y actualizamos agenda. También saludo a Julietica, la señora del aseo a la que admiro mucho porque es muy buena persona, alegre y no le pone peros a las cosas.
Después de esto, llego al lugar donde me corresponde trabajar que se llama “Vergel”. Este es un club donde hay canchas de tenis, voleibol, squash, gimnasio, piscina, entre otras cosas. Yo soy la encargada de la piscina aunque ahora me desempeño como sacadora de cada pedido que hacen todos los meseros. Así transcurre el día y al terminar el turno converso con los meseros, con mi hermana que también trabaja allí. Después, alistamos el “mice o place” del otro día para el servicio (servilletas, vasos limpios y brillados, las copas, los manteles, los puestos y servilletas hechas bolsillo para los cubiertos.
De 5:30 p.m. a 6:00 p.m. nos vamos a “La Suprema”, la única panadería de Ruitoque que queda frente al “Vergel” y comemos galletas o dulces raros con figuras de hamburguesitas, perros o pizzas de gomitas. Finalmente, el bus nos baja a la entrada del condominio y mientras tanto algunos meseros nos invitan a tomar o a salir, pero yo digo que no porque estoy cansada o tengo que estudiar. Así que llego a la casa con mi hermana, como y a dormir. Es así como termina mi fin de semana Silvita y así sucesivamente…
lunes, 23 de julio de 2012
Segunda Crónica
UN DÍA MÁS
Por: Silvia Juliana Vargas
Hoy jueves siete de junio de 2012, salí temprano nuevamente para dirigirme a la universidad. Durante el recorrido que hace Metrolínea desde la calle veintisiete con treinta y siete hasta la calle veintisiete con once, pude observar detenidamente las calles de mi hermosa ciudad, una ciudad de gente alegre y emprendedora. En Bucaramanga, es maravilloso ver que desde muy temprano las personas salen nuevamente a desempeñar sus trabajos con mucho esmero, y tal vez con mucha expectativa de lo que alcanzarán en un día largo y ajetreado. Para muchos, un nuevo día significa una nueva oportunidad para luchar por ellos mismos y por sus familias. Porque ¿quién no quiere un futuro mejor?
Aproximadamente a las nueve y media regresé a mi casa con la expectativa de cuál sería el oficio ideal para mi crónica. Después de contemplar varias posibilidades, cerca del medio día llegué al parque Santander, ubicado en el centro de la ciudad. Estar en este lugar en medio de un fuerte sol sofocante, un paisaje colorido y mucha gente alegre, me permitió recordar gratos momentos de mi infancia, pues yo amaba este lugar, en especial la fuente que había, porque me causaba bastante gracia ver los gaminsitos bañándose allí. ¡Qué bello es contemplar la naturaleza, los caballitos para la foto de recuerdo, las ventas de helado y muchas cosas que le dieron alegría a cada día de mi vida! Definitivamente, este era el lugar clave para el desarrollo de mi idea, puesto que en este parque podría conocer más de cerca uno de los muchos oficios que diariamente desempeñan muchos santandereanos.
Pues sí, había llegado el momento de entrevistar al fotógrafo y conocer más de cerca en qué consiste este oficio. Cuando estuve frente a los caballitos tuve que esperar a que su dueño se dirigiera hasta ese lugar, pues se encontraba bastante retirado de allí. Seguramente, creo que para este fotógrafo fue bastante curioso ver a alguien de mi edad acercarse a estos caballitos, porque lo más obvio era que no quería una foto de recuerdo, sino que probablemente yo tenía otro interés. Al saludar al fotógrafo, un señor alto, moreno, muy sonriente y aproximadamente de sesenta años, pude igualmente regalarle una sonrisa y decirle cuál el motivo de mi saludo. Primeramente me presente y le dije que deseaba saber claramente en qué consistía su oficio y cómo era un día de trabajo en este parque del centro de la ciudad. De esta manera, con un poco más de confianza me dijo que se llamaba Ciro Castañeda y muy amablemente me contó cómo y por qué desempeña su oficio de fotógrafo. Además, me empezó a contar que su día iniciaba bien temprano, pues su lugar de residencia está ubicado en una vereda de Girón llamada “Acapulco”, un lugar bastante retirado de su punto de trabajo.
Seguidamente Don Ciro me decía que todos los días emprendía una rutina que empezaba a las tres y media de la mañana, hora en que se levanta todos los días con muchas energías para continuar con un día más de trabajo, ya que en otro lugar o empresa no hay trabajo para él. Con mucha sinceridad y con un poco de tristeza en su rostro, me dijo que no le quedaba otro remedio que salir diariamente y viajar aproximadamente tres horas, para estar a las seis de la mañana en su punto de trabajo. También me dijo: un día más, para mí significa la búsqueda de un día más próspero en las ventas, pues yo mismo debo buscar la platica para la comida y para la vivienda.
Finalmente Don Ciro Castañeda me dijo que su experiencia como fotógrafo constituye una gran aventura y que no quería hacerme llorar, porque realmente había días muy difíciles en los que salía casi a las cuatro de la tarde con un muy poco dinero en sus bolsillos. También me dijo: este es un trabajo muy variable y a veces aburridor porque después de un largo día se obtiene muy poco; pero al fin y acabo hay que mirarle el lado positivo a la vida, porque los niños casi siempre convencen a sus padres para que les tomen la foto en el caballito. Definitivamente estos son mis clientesitos, aquellos niños que me hacen sonreír y seguir adelante. Don Ciro añade, un día viene, un día va pero siempre hay que seguir con la mirada en alto a pesar de las adversidades.
Definitivamente la experiencia de conocer a Don Ciro Castañeda, me permitió ver la vida desde otro panorama. Por último, regresé satisfecha a mi casa para realizar mi crónica sobre un oficio muy admirado como lo es el de un fotógrafo.
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