lunes, 23 de julio de 2012


Segunda Crónica

UN DÍA MÁS
Por: Silvia Juliana Vargas

Hoy jueves siete de junio de 2012, salí temprano nuevamente para dirigirme a la universidad. Durante el recorrido que hace Metrolínea desde la calle veintisiete con treinta y siete hasta la calle veintisiete con once, pude observar  detenidamente las calles de mi hermosa ciudad, una ciudad de gente alegre y emprendedora. En Bucaramanga, es maravilloso ver que desde muy temprano las personas salen nuevamente a desempeñar sus trabajos con mucho esmero, y tal vez con mucha expectativa de lo que alcanzarán en un día largo y ajetreado. Para muchos, un nuevo día significa una nueva oportunidad para luchar por ellos mismos y por sus familias. Porque ¿quién no quiere un futuro mejor?
Aproximadamente a las nueve y media regresé a mi casa con la expectativa de cuál sería el oficio ideal para mi crónica. Después de contemplar varias posibilidades, cerca del medio día llegué al parque Santander, ubicado en el centro de la ciudad. Estar en este lugar en medio de un fuerte sol sofocante, un paisaje colorido y mucha gente alegre, me permitió recordar gratos momentos de mi infancia, pues yo amaba este lugar, en especial la fuente que había, porque me causaba bastante gracia ver los gaminsitos bañándose allí. ¡Qué bello es contemplar la naturaleza, los caballitos para la foto de recuerdo, las ventas de helado y muchas cosas que le dieron alegría a cada día de mi vida! Definitivamente, este era el lugar clave para el desarrollo de mi idea, puesto que en este parque podría conocer más de cerca uno de los muchos oficios que diariamente desempeñan muchos santandereanos.
Pues sí, había llegado el momento de entrevistar al fotógrafo y conocer más de cerca en qué consiste este oficio. Cuando estuve frente a  los caballitos tuve que esperar a que su dueño se dirigiera hasta ese lugar, pues se encontraba bastante retirado de allí. Seguramente, creo que para este fotógrafo fue bastante curioso ver a alguien de mi edad acercarse a estos caballitos, porque lo más obvio era que no quería una foto de recuerdo, sino que probablemente yo tenía otro interés. Al saludar al fotógrafo, un señor alto, moreno, muy sonriente y aproximadamente de sesenta años, pude igualmente regalarle una sonrisa y decirle cuál el motivo de mi saludo. Primeramente me presente y le dije que deseaba saber claramente en qué consistía su oficio y cómo era un día de trabajo en este parque del centro de la ciudad. De esta manera, con un poco más de confianza me dijo que se llamaba Ciro Castañeda y muy amablemente me contó cómo y por qué desempeña su oficio de fotógrafo. Además, me empezó a contar que su día iniciaba bien temprano, pues su lugar de residencia está ubicado en una vereda de Girón llamada “Acapulco”, un lugar bastante retirado de su punto de trabajo.
Seguidamente Don Ciro me decía que todos los días emprendía una rutina que empezaba a las tres y media de la mañana, hora en que se levanta todos los días con muchas energías para continuar con un día más de trabajo, ya que en otro lugar o empresa no hay trabajo para él. Con mucha sinceridad y con un poco de tristeza en su rostro, me dijo que no le quedaba otro remedio que salir diariamente y viajar aproximadamente tres horas, para estar a las seis de la mañana en su punto de trabajo. También me dijo: un día más, para mí significa la búsqueda de un día más próspero en las ventas, pues yo mismo debo  buscar la platica para la comida y para la vivienda.
Finalmente Don Ciro Castañeda me dijo que su experiencia como fotógrafo constituye una gran aventura y que no quería hacerme llorar, porque realmente había días muy difíciles en los que salía casi a las cuatro de la tarde con un muy poco dinero en sus bolsillos. También me dijo: este es un trabajo muy variable y a veces aburridor porque después de un largo día se obtiene muy poco; pero al fin y acabo hay que mirarle el lado positivo a la vida, porque los niños casi siempre convencen a sus padres para que les tomen la foto en el caballito. Definitivamente estos son mis clientesitos, aquellos niños que me hacen sonreír y seguir adelante. Don Ciro añade, un día viene, un día va pero siempre hay que seguir con la mirada en alto a pesar de las adversidades.
Definitivamente la experiencia de conocer a Don Ciro Castañeda, me permitió ver la vida desde otro panorama. Por último, regresé satisfecha a mi casa para realizar mi crónica sobre un oficio muy admirado como lo es el de un fotógrafo.

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